¿A qué huele Barcelona?

por Regia

Todos hemos jugado a alguna vez a ese ejercicio de imaginación de “Si fueras (un libro, un animal, una película…)”. Hoy nos hemos puesto a conjeturar, nosotros que somos tanto de aromas, qué perfumes serían algunas de las calles más emblemáticas de Barcelona.

Tenemos la fortuna de tener de vecino de revista al admirado Lluís Permanyer, gran experto en la historia –la oficial y la escondida- de esta ciudad. Vayan por delante nuestras disculpas si él encuentra inconcreciones en nuestro relato. Como se decía antes irónicamente en las redacciones (ahora poco se dice ya en ellas): no dejes que la realidad te estropee una buena historia.

 

Parlament: Hace hace cinco años, esta calle de Sant Antoni era casi anónima. Para algunos, sólo la ínclita horchata de la Sirvent –que acaba de abrir local en la vecina Ronda Sant Pau- motivaba viajes hacia esta parte de la ciudad. El Ajuntament pegó el primer empujón con la remodelación del mercado modernista que da nombre al barrio, que en origen (1879) se inspiraba en el de las Halles de París. Las obras siguen –se dice que acabarán el año que viene-, y el mercado pasará de los 5.000m2 iniciales a más de 15.000m2. Una apuesta potente que se completa con la revitalización del Paral•lel.

Pero volvamos a Parlament; el ‘culpable’, si hay que buscar uno, es un café llamado Federal, con dos alturas y terraza, que abrió en 2010. Fue diseñado a imagen y semejanza de los que había en la tierra natal de los dueños, Nueva Gales del Sur (Australia). Después vino el bar Calders, el Tarannà, el Cometa, Sortidors, la librería del pasaje, la pastelería Zuckerhouse… Un lugar, en definitiva, donde no dejan de pasar cosas.

A qué huele: Parlament es moderna, espontánea, leída, nocturna y golfa. El #1 de Rosendo Mateu (135€, 60ml) es unisex, fresca, estimulante. Tal para cual.

 

Sant Sever: Intrincada, austera, escondida, elegante, 100% Gòtic. Su iglesia fue de las pocas que no sufrió muchos daños durante la Guerra Civil. El Hotel Neri (sello Relais & Chateaux), se ubica en un antiguo palacio medieval, la Casa Gironella. La vecina Plaça Sant Felip Neri muestra, en silencio y dignamente, las huellas en la piedra de la metralla de una bomba lanzada en 1938. Allí estaban también los antiguos gremios de zapateros y caldereros.

A qué huele: Esta pequeña calle llena de carácter huye del turismo masivo y lucha por conservar su identidad. La Colonia Club de Acqua di Parma (75€, 50ml), una de las novedades de la temporada en Regia, es sofisticada, independiente y opulenta; sólida como los edificios históricos de Sant Sever. Neroli, menta, vetiver de Haití y almizcle. Para caballeros de los que abren la puerta, visitan regularmente Bel & Cia. y siguen comprando la prensa en papel.

 

Enric Granados: una de las calles preferidas de quien esto escribe, en especial la manzana que da comienzo a la calle, junto al seminario. Toma su nombre del gran pianista y compositor romántico, conocido por su suite ‘Goyescas’ (1911). Granados murió en el naufragio del Sussex, en el Canal de la Mancha, torpedeado por la armada alemana durante la Primera Guerra Mundial. En su calle, sin embargo, no hay demasiada música. Sí hay muchos restaurantes (Sense pressa, Hàbaluc, La Polpa, El Filete Ruso), cafeterías (Cosmo, Brunch&Cake), una de las mejores heladerías de la ciudad (Delacrem), arte (Galería ADN, Francesc Mestre, H10, Galeria N2), moda (Ailanto, The Avant, Dolores Promesas), una ferretería de toda la vida, una tienda que acumula miles de CD’s y películas en VHS…

A qué huele: Una curiosa mezcla de burguesía catalana, nuevos residentes extranjeros con posibles, jóvenes de morro fino compartiendo piso, muchas parejas de profesión liberal en la cincuentena… Una calle discreta y residencial que ha sabido mantener un buen equilibrio entre novedad y tradición. Como en ella residen bastantes floristerías y no pocos árboles, Granados pide una fragancia verde pero con punch, como la unisex Amazing Green, de Comme des Garçons (72€, 50ml): palma, hiedra, raíces, silex, vetiver, musgo…

 

Flassaders: Una de las calles peatonales con más concentración de oferta comercial y gastronómica del Born. En la zona se vive uno de los debates constantes de esta ciudad: cómo abrirse amablemente al turismo sin perjudicar –o, directamente, echar- al vecino local. En el 30 de esta angosta calle estaba Dulces P. Mauri, una fábrica de chocolate, caramelos y peladillas que durante décadas inundó de un agradable olor la zona. En ese local está ahora el vegetariano La Báscula. Cerca encontramos la Pastelería Hofmann. En la Casa Casanovas se pueden admirar aún los relieves de bailarinas aladas en terracota. Lo que no hay ya son fabricantes de mantas (los flassaders que dan nombre a la calle), ni carbonerías, ni colmados. Los vecinos tienen muy cerca el Museo Picasso, y visitantes lectores de ‘El juego del ángel’, de Carlos Ruiz Zafón, cuyo protagonista ficticio vivía en esta calle.

A qué huele: Para evocar a este enclave necesitamos un aroma femenino, nostálgido, dulce, casi alimenticio. Vanilla Marble, de Agonist (125€, 50ml) tiene notas de vainilla, almendra, flor de tiaré, higo, sándalo australiano… Profundamente adictiva.

 

Tallers: Una de esas calles con muchísima historia detrás, y una de las caras más cambiantes del Raval. La mayoría de gremios estaba en la parte norte de la ciudad, y de hecho es la única calle del barrio con una nomenclatura de oficios. La calle como tal aparece documentada en 1320, y ya en 1326 el rey Pere el Cerimoniós dictaba una sentencia donde se pedía que ‘les dones públiques’ fueran expulsadas del área. ¿Qué había entonces en Tallers? Ceramistas, fabricantes de tejas, ollas y mosaicos, burdeles, carnicerías…En julio de 1833 se fundaba en esta calle la primera fábrica del estado con energía de vapor, la Bonaplata. Es lógico pues que a los pocos años fuera un centro neurálgico para los luditas.

Haciendo un enorme salto en el tiempo, hoy Tallers sería nuestro modesto Candem londinense, aunque por desgracia cada vez hay menos música y más tiendas de ropa absurda. Este año cerró Castelló; resisten Revólver, L’Art Guinardó, Guitar Shop… Los amantes de la literatura también peregrinan a esta calle para curiosear la fachada del bloque de pisos donde vivió Roberto Bolaño, en el número 45. Tenía 24 años, muy poco dinero y vivía en un espacio de 25m2, con un baño en el pasillo que compartían los vecinos. Se dedicaba a leer, escribir y jugar al futbolín, en bucle.

A qué huele: Tallers es una calle joven, casi adolescente. Huele a viernes noche, a discos de vinilo en una bolsa, a tutús fluorescentes sobre mallas de rayas, a camisetas de Black Flag. A hormonas, música ruidosa y conciertos. La casa Byredo, siempre rabiosamente moderna, tiene esa maravilla superventas llamada Gypsy Water (150€, 100ml); errática, nerviosa, nómada y orgullosa como un joven de 17 años.

 

Muntaner: Todos los universos caben en la larguísima Muntaner: cuatro kilómetros que atraviesan el Eixample, Gràcia y Sarrià. Fue bautizada en honor al cronista medieval Ramon Muntaner. Es una de esas calles-río donde cabe de todo, como sucede en la calle de Sants, Aragó o Rambla de Poblenou.

Tiene tramos aburridos, históricos, abandonados, florecientes, activistas, burgueses y modernos. Salas de teatro, restaurantes, cervecerías especializadas, tiendas históricas como Monsó i Benet, coctelerías old school, clásicos como El Velódromo (que nos gustaba más antes pero ay!, esto nos ocurre tanto que igual el problema somos nosotros), ligódromos con coartada cultural como Luz de Gas, la Baixas, los coches en doble fila en Ktuin cuando aún no existía la Apple Store y hasta curiosidades como Comaxurros, una freiduría artesanal de churros dulces y salados.

En Muntaner, además, estrenamos hace pocos meses la remodelación a cargo del estudio Fubert de una de nuestras tiendas, en el número 242. Este espacio está dedicado en exclusiva a la perfumería nicho, a esos aromas especiales, de autor, conceptuales y con una historia detrás. La tienda cuenta también con un servicio de asesoría personalizado para dar con el aroma perfecto.

A qué huele: Muntaner sería un cuarentañero de muy buen ver. Un bon vivant de morro fino. La fragrancia #89 de Floris (98€, 100ml) sería una buena metáfora: cuero, lavanda, neroli, sándalo, cedro. Una fragancia de fundamentos consistentes, nada veleta.

 

Las Ramblas: ¡Ah, las Ramblas…! Qué opinar sobre ellas. Si nos ponemos, no acabamos. ¿Cómo un lugar tan histórico acaba siendo una caricatura de sí mismo? En este caso la culpa es de varias generaciones; como suele decirse, ‘entre todos la mataron, y ella sola se murió’. Céntrica, portuaria, llena de flores, con la Boquería, La Virreina, el Liceu, recta, de fácil tránsito. Una calle con muchas papeletas
para ser popular y bella, que se ha quedado sólo en lo primero. No conozco un solo barcelonés a quien le guste. Para los cambios, sin embargo, nunca es tarde. Debemos recuperar las Ramblas, ni que sea por los puntos emblematicos que aún conserva: Escribà, Casa Beethoven, el Centro Galego, el canalla Cosmos, la Casa dels Paraigües…

A qué huele: Aquí hay que romantizar. Si buscásemos el olor real de la Rambla sería una mezcla de flores, helados, cerveza, kebab, prensa del día y despedidas de soltera. Como eso no nos acaba de convencer, preferimos el metafórico y simbólico Essència de Barcelona, una exclusiva de las Perfumerías Regia (35€, 200ml), que el perfumista Jimmy Boyd creó basándose en las cualidades de los barceloneses: ecuanimidad, energía, sibaritismo, amor por la naturaleza, arraigo y profundidad. Estos rasgos se tradujeron en notas de bergamota, mandarina, cardamomo, vetiver y almizcle.

 

Tuset: Un icono de la modernidad local durante los años 60, cuando Tuset no era una calle, sino una ‘street’. Allí estaba la agencia publicitaria Tiempo, la de los Leopoldos (Rodés y Pomés) y Juan Carlos Iriarte. Allí se gestó la mítica campaña de Terry con Nico, la musa de Velvet Undeground. El movimiento cultural que nació en los aledaños de Tuset era refinado, anglófilo, trabajador pero juerguista, sexual, respetuoso. Minifaldas, Teresa Gimpera, Flash Fash, desfiles de moda en la calle, el Stork Club, Gil de Biedma, el Ischia, la apertura de Bocaccio en 1967, Los Gritos, La Cova del Drac, Maspons, el restaurante Reno, el precioso Il Giardinetto… Mucha energía y mucho talento.

A qué huele: En aquellos años, Tuset miraba al mundo en busca de inspiración. El Aqua Universalis de la Maison Francis Kurkdjian (175€, 200ml) es fresca, sensual, audaz. Las flores blancas (lirio, celindo) y las maderas almizcladas resumen bien ese breve lapso de tiempo -apenas de 1966 a 1972- en el que la modernidad y la cultura se encontraron, se llevaron bien e hicieron nacer un
montón de proyectos.

 

[Articulo publicado por Marta D. Riezu en la Revista Regia Ed. Verano 2016]

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