El origen de la palabra perfume

por Regia

Se ha escrito en muchas ocasiones que el vocablo perfume viene del latín para fumum y que quisiera expresar el resultado de la obtención de una fragancia por medio del humo. Nada más lejos de la verdad. Es cierto que el palabra humo es un derivado del latín fumus que tiene en la nuestra lengua el mismo significado; como es cierto también que los primeros aromas elaboradas conscientemente por el hombre fueron, según opinión general, las que se obtuvo en quemar desollado, raíces, árboles y resinas aromáticas; pero este hecho no tiene nada que ver, desde el punto de vista etimológico, con la formación del vocablo perfume.

Otras veces hemos visto como, alegremente, se hace derivar la palabra perfume del verbo latino perfumare, sin tener en cuenta que este verbo era inexistente en aquella lengua; por tanto, ni perfume, ni los sus derivados perfumar, perfumista, perfumador, perfumero, etc. derivan de un verbo latino.

Los romanos aprendieron el arte de hacer perfumes de los griegos y otros pueblos orientales y también de los etruscos, y los elaboraron de la misma manera que lo hicieron estos pueblos, es decir, con un excipiente que ellos llamaron corpus. Este corpus podía ser cremoso, aceitoso o en polvo, y servía de vehículo para absorber y conservar la fragancia de una sustancia volátil y olorosa llamada Sucu. De ahí que los productos perfumados que utilizaron los romanos eran los unos en forma de ungüento o grasos, otros, líquidos untuosos o aceitosos y, por último, otros, polvorientos que se convertían en polvo olorosas.

Por este motivo, los nombres más corrientes que emplearon los romanos para designar los perfumes fueran los de unguentum o de balsamum, según se tratara de un perfume cremoso o de un perfume líquido aceite, principalmente de oliva. El nombre más generalizado en Roma, según los escritores latinos, era el de unguentum, de ahí que los comerciantes de perfumería fueran conocidos con el nombre de unguentarii y que, de los recipientes en los que se guardaban los perfumes, se dijeran generalmente unguentarium.

Pero eran tan numerosas y diferentes las formas los recipientes en las que se guardaban los perfumes que también se llamaba cada una de ellas con nombres particulares, como el de balsamarium, doble balsamarium, anfora, ampulas, etc.

En Roma, los establecimientos de perfumería, como otras ramas del comercio, solían estar agrupados en un barrio concreto de la ciudad. Esta costumbre de los vendedores romanos de juntarse para gremios, cerca unos de otros, continuó en Europa durante la Edad Media.

El barrio donde tenían instaladas las tiendas los perfumistas se llamaba Vicus Thurraris, que era una palabra de raíz griega que hacía referencia al incienso, uno de los productos estrella que más vendían los perfumistas de la época, tanto para las ofrendas religiosas como para las casas particulares.

Con estas primeras aclaraciones, debemos rehacernos la pregunta y buscar la respuesta que conteste el enunciado de este escrito. ¿De dónde viene la palabra perfume?

De entrada, hay que decir que la palabra perfume es un derivado compuesto por el vocablo latín fumus; por lo tanto, pertenece en su inicio a una lengua románica. Ahora bien, visto con la óptica del siglo XX, incluso los siglos anteriores, lo más normal parecería que esta palabra fuera de origen francés. Los franceses han sido desde del Renacimiento, los grandes creadores y los grandes difusores del perfume en el mundo y, en cambio, paradójicamente, la primera vez que se encuentra escrita en lengua francesa la palabra perfume, no es hasta el año 1528.

Según Edmon Roudnitska, en la Edad Media se utilizaba para designar el perfume en Francia. La palabra basme es una expresión antigua proveniente del latín balsamum y de la que se deriva, según Joan Coromines en su Diccionario Etimológico, el moderno baume francés (o en castellano bálsamo).

Esta misma forma basme que decía en Roudnitska aparece, según Coromines, a finales del siglo XIII a la Vida de los Santos Rossellonenses.

Queda claro, pues, que la palabra moderna perfume utilizado en más o menos variación en todas las lenguas actuales fue aportado por otra lengua; en este caso, deberíamos saber cuál fue la primera que cronológicamente adoptó la palabra con el significado que hoy tiene. Según el Diccionaire historique de la langue française de Alain Rey, la palabra parfum siguió durante el siglo XVI una evolución semántica similar a la de la palabra Parfum y significa, ante todo, «humareda», «fumigación» y más particularmente «Humo agradable, oloroso». Y al hablar de Parfum, es decir, de «perfumar» señala que se forma a partir del latín fuma junto con la locución para seguramente por una prestación de una lengua mediterránea que no se puede precisar.

La precisión, la encontramos en el Diccionario Etimológico de la Lengua Catalana de Joan Coromines que nos aporta las pruebas que fue la lengua catalana la primera en utilizar la palabra perfume, en el sentido que hoy la entendemos. Y nos pone varios ejemplos.

En 1388, Eiximenis (Tercio VI.53) escribe “ton mon vestit tinc perfumat de mosquet (“mesc”), e civeta i aigua ros” y seguidamente señala las fechas en las que otras lenguas románicas o no adoptaron la palabra perfumar en sus respectivos léxicos: francés “parfumer” en 1532, castellano “perfumar” en 1515, italiano “profumare” en 1530, inglés “perfum” o “to perfum” en el s. XVI, alemán “perfumieren”… Añade Coromines que la palabra perfume «parece haber sido creada y difundida por los catalanes en todas las demás lenguas europeas, con el sentido de fumigar con humos y vahos de hierbas curativas o aromáticas”.

«Tal palabra -continúa Coromines- no existió nunca en latín ni en las otras lenguas románicas antes que el catalán; se creó, primero para los perfumes o vahos purificadores o curativos, después para relevar a los encantos de las grandes damas reales o señoriales de nuestro brillante siglo XIV».

Desde sus cortes se extendió por Europa entera. Es en nuestra literatura donde aparece antes de que ninguna parte «, y para confirmarlo cita, a continuación, entre otros, varios pasajes de Lo Somni de Bernat Metge que hacen mención de los perfumes.

Precisamente Bernat Metge que era hijo de un boticario la calle de Especiers de Barcelona sería un entendido en la materia, tanto por su conocimiento del negocio familiar en el que venían, además de especias, hierbas y productos que se utilizaban en la cosmética, como por su vida cortesana, en el doble sentido de la palabra: en primer lugar, por su cargo de alto funcionario en la corte de la reina Leonor de Sicilia, tercera esposa de Pedro el Ceremonioso y, en segundo lugar, porque su trabajo le obligó a frecuentes viajes que le llevaron a relacionarse con los ambientes más abiertos de la vida de sociedad de su tiempo, en especial de la femenina, según se deduce de sus escritos.

Pues bien, Joan Coromines transcribe un pasaje de Lo Somni de Bernat Metge en el que se dice “van amb alcandores («camisas de dormir») bordades e perfumades, així com si eren donzelles qui deguesen anar a marit, e fanles sobrepujar a les altres vestedures per tal que mills sia vista llur dolentia”. “Els enemics (…) los quals acompañen les fembres del bany al teu lit, son aquests: molts perfums e aigües, calç viva, orpiment, olis, sabons, estopa”, “no curants que n’envelleixin abans de temps, en perden les dents e puden forment, sino que les aigües, perfums, algàlia, ambre e coses aromàtiques que porten supleixen llur pudor, pinten- se amb innumerables unguents e colors” y, Jaume Roig en el Llibre de les Dones o Spill, escrito en 1456, comenta “ta carn refrena si guerra et mena / libidinosa / … Lo menjar magre… / donçs carn, legums, / ni los perfums / perquè conciten / apetit, sciten / no n’uses gayre…”; y en otro fragmento dice: “Lo que en lo clos / aprés havia / als no sabia / so perfumar / e despensar / confits de monges / poncís, taronges, / pomes, llimons / codonys, torrons e llepolies: / les praderies / aigües, ramets, / perfums, pevets, / cordons, frasquetes, / trenes, bossetes, / flocs, agullés”.

Hemos elegido estos ejemplos entre los que Joan Coromines expone en sus diccionarios para corroborar que fue la lengua catalana la primera al usar las palabras perfume y perfumar en el sentido que ahora les damos y que se pueden añadir a otros palabras catalanas que se han universalizado al adaptarlas otras lenguas geográficamente más difundidas.

 

[Artículo creado por Ramón Planas Buera y publicado en la Revista Regia]

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